Desde hace algunos años, Daniel Aguayo, Jordi Sánchez y Jeroen Sangers coordinan dos reuniones anuales de los bloggers sobre productividad personal en España. La última se celebró el pasado 3 de junio en la Facultad de Ciencias de la Información en Santiago de Compostela gracias a la colaboración de Alejandro Vázquez. Y por fin pude responder a su amable invitación para encontrarme allí con ellos, además de con Rafael Valero, con José Mª Villarmea y con un viejo conocido: Estevo Raposo.
Probablemente os preguntéis de qué hablan una mañana entera personas que, bien por una marcada afición, bien profesionalmente, están conectadas por ese interés común por la productividad personal. ¿Hay tensión competitiva? ¿hay camaradería? ¿se tratan temas muy técnicos? ¿hay acaso una pugna por ver quién se organiza mejor?
De hecho… yo mismo me hacía esas preguntas. Y ha sido un grato descubrimiento comprobar que…
- No parecen muy diferentes a uno mismo. Con todo lo bueno y lo malo que eso significa. ¡No son…! ¡No somos bichos raros!
- Una conversación inteligente con personas que están en tu misma onda… resulta de lo más estimulante. Aunque he de confesar que iba deseoso de un poco más de controversia… Luego me explico…
- Una mañana se pasa volando y haré cuanto pueda por participar en sucesivos encuentros.
Bien. ¿De todo lo que hablamos allí…? ¿qué cuatro cosas son las que yo me traje grabadas, las que más llamaron mi atención? Pues las siguientes: GTD® extremo, perspectiva de la productividad personal, sesgos de género y edad y alcance de la procedimentación del puesto de trabajo.
Os las cuento.
GTD® Extremo (escuelas ortodoxa y realista)
Esto me encantó. Mi tocayo (al que hay que agradecer que viniera desde Mallorca…) fue el que propuso el término GTD® extremo. Algo que yo mismo había propuesto utilizando los términos que a veces menciono en mis formaciones: escuelas ortodoxa vs realista.
La cuestión es: ¿quién aplica y promulga GTD® al pie de la letra? ¿quién hace una lectura literal, doctrinal, de las enseñanzas de David Allen? Me hubiera encantado poder debatir sobre esto con alguno de los integrantes de lo que yo llamo la escuela ortodoxa: José Miguel Bolívar o cualquiera de los componetes de Óptima Lab entre otros. Pero en esta ocasión ninguno acudió al encuentro y eso restó controversia porque esencialmente todos los allí presentes coincidíamos: después de una aplicación inicial casi religiosa del GTD® hemos avanzado hacia una adaptación personalizada. Por ejemplo, para alguno, los contextos son claves. Pero otros no ven utilidad en ellos. La energía disponible a algunos nos parece connatural a la hora de elegir tareas y no la anotamos. Y a Jeroen le resulta productivo agrupar todas sus tareas en tres grupos en función, precisamente, de la energía. En definitiva –me encanta el enfoque psicológico de Villarmea respecto a esto-, la realidad que nosotros percibimos en nuestras formaciones y en nuestro día a día es que las referencias metodológicas son geniales, casi indispensables, pero no pueden obviar las circunstancias de cada cual.
¿Hacia dónde avanza la productividad personal?
Si dibujáramos en una línea de tiempo las grandes referencias en materia de productividad personal, siempre aparecerían Peter Drucker, Stephen Covey y David Allen.
Cada uno de ellos con sus diferentes bagajes, estilos, aportaciones, proyección… y perdurabilidad. Porque, por mucho que a algunos especialistas estos nombres seguramente vayan a seguir inspirándonos de por vida, es objetivo que la sociedad también en esto responde a modas. Vistos como un producto –Drucker no tanto, pero desde luego Covey y Allen pueden verse como tal-, estos también responden a un ciclo de vida clásico: introducción, crecimiento, madurez, declive.
Así que la pregunta tiene todo el sentido: ¿hacia dónde avanza la productividad personal? Lo que allí se comentó fue que los 7 hábitos siguen teniendo influencia. GTD®, al estar tan estrechamente ligado a la figura de David Allen y sus 72 años está bien adelante en la zona de madurez. ¿Y luego? ¿vendrá otro gurú de camino…? ¿Podría, por ejemplo, el Optima3® de José Miguel Bolívar recoger el testigo? Todo apunta a que va a ser un concepto brillante y completo. Quizás demasiado complejo para el gran público…
La incógnita queda en el aire. Entre otras cosas, hoy en día, la oferta en cualquier ámbito es tan grande y dinámica que resultará muy, muy complicado que se reproduzca la necesaria combinación de valor, mercadotecnia, carisma e impacto sociomediático para alcanzar las cotas de popularidad de estos tres grandes.
Referencias aparte, Jeroen lanzó una frase impactante: el verdadero objetivo de la productividad personal es dar sentido a la vida. Si avanzamos hacia una sociedad en la que mucho trabajo será asumido por máquinas y los ingresos puede que se basen en una renta básica universal, muchas personas perderán no sólo una forma de ganarse la vida, sino la forma de desarrollarse y de SER. El enfoque correcto de la productividad personal empieza y empezará por la perspectiva, por preguntarme qué quiero hacer de mi vida.
Sesgos de género y edad
Estaba delante de mis narices y nunca me había parado a pensarlo: en esto de la productividad personal hay un sesgo de género y otro de edad.
Para empezar, entre los asistentes a estos cafés… la presencia femenina es muy reducida. En anteriores ediciones, si no recuerdo mal y perdón si me olvido a alguna, se limitó a Paz Garde y Vanesa Tejada. En esta ocasión, sólo hombres. Pero es que además, las personas que incorporan comentarios a nuestros posts e incluso entre los asistentes a nuestras formaciones… hay un predominio masculino. ¿Motivo? ¿están los hombres más concienciados de la necesidad de una buena organización? ¿puede que las mujeres, tradicionalmente encargadas de más frentes (trabajo, hogar, niños…) desarrollen estrategias de superviviencia organizativa? ¿o que sencillamente no encuentre un minuto libre en sus vidas para hacer una pausa reflexiva al respecto?… ¿tienes tu propia opinión al respecto…? Tus comentarios serán bienvenidos. Ve abajo y participa.
En cuanto a la edad,… todos hemos constatado que organizarse mejor es una preocupación directamente proporcional a la carga de responsabilidad. Y eso suele suceder cuando tus vidas profesional y personal se ponen cuesta arriba. Más allá de los… ¿30, 40…?
Mi experiencia es clarísima: cuando trabajo con gente más joven sí consigo generar expectativa, curiosidad y pasar un rato agradable. Pero no recuerdo a nadie que me haya planteado una necesidad sentida al respecto. La gente más joven tiene menos obligaciones, viene mentalmente muy ejercitada (carreras, másters, tecnología…), tiene una confianza ciega en sus capacidades y no son para nada conscientes de las dificultades que se les vienen encima: muchísimos frentes -todos muy activos-, un entorno terriblemente volátil, exigente y cambiante. En alguna ocasión he percibido incluso arrogancia y desprecio por estas enseñanzas.
Alejandro Vázquez nos comentó que en sus clases en la Universidad (primer curso), cuando alguna vez ha hecho alguna mención a la importancia de organizarse bien… le miran como a un extraterrestre. Ya irán cayendo, Alejandro… ya irán cayendo… Todos allí coincidíamos acerca de cuán interesante sería incorporar nuestros conocimientos en algún momento del currículum educativo.
Procedimentación extrema
Y cuando ya parecía haberse agotado la mañana y nos disponíamos a salir para comer algo en un ambiente más distendido, surgió un debate de última hora que a mí me pareció especialmente interesante. A mí, que tanto abogo por las bondades de la procedimentación, por los checklists, por explicitar y preservar el conocimiento de la organización… se me antojó excesivo el planteamiento que proponía mi tocayo, Rafael Valero. Él ha sido empresario: ha tenido personas empleadas. Y como a tantos y tantos otros empresarios, la experiencia le ha resultado ingrata y dolorosa. Rotaciones, personas que no se implican lo suficiente, o que lo hacen mientras las cosas van bien. Pero que cuando los números se tuercen, se vuelven contra ti y agrandan los problemas que ya de por sí tienes.
La fusión de su pasión por la productividad personal y el mal sabor de boca de su anterior vida profesional, se concretan en que proponga, como única forma posible de crecimiento de una organización, la procedimentación del puesto de trabajo hasta el último detalle. Al trabajador no se le da opción de interpretar. Debe adherirse punto por punto a un manual que otro ha diseñado y pensado por él. Sabemos que eso se parece a lo que ocurre en una franquicia, en un McDonalds, en una cadena de montaje. De hecho, existe una corriente anglosajona en esta línea llamada Standard Operating Procedure que se aplica a ciertos ámbitos (gubernamental, militar, farmacéutico…). Pero… ¿no resulta un tanto contradictorio pretender que un trabajador del conocimiento sea productivo (entre otras cosas gracias a desarrollar su propia perspectiva) y se ciña como un músico a una partitura, con nula posibilidad de autointerpretación?
En parte me sentía afín a los planteamientos de Valero, pero también pensaba que igual que habíamos hablado del GTD extremo, estábamos adentrándonos en la procedimentación extrema.
Como contrapunto, Jordi Sánchez, desde la experiencia de su empresa editorial, Difoosion, contó como con una plantilla notable de personas a su cargo, existen muy pocas reglas más allá de tener los contenidos en tiempo y forma. Y le funciona.
Una vez más asistimos a la realidad -por un lado fascinante, por otro lado complicadísima-, de que cada organización es un mundo.
Quizás por eso es tan necesario contar con apoyos externos que de forma no contaminada, no condicionada, no mediatizada por ninguna de las partes, se dediquen como único objetivo a intentar que las personas y los equipos se organicen mejor. Habrá que seguir debatiendo en próximos #CafeYProductividad…
Muchas gracias por el resumen, Rafa. Me hubiera gustado asistir también en esta ocasión, pero no pudo ser y tu crónica me ha resultado realmente útil.
Me resulta muy simpático el concepto «GTD® Extremo». Me evoca la idea de «Paella extrema» o «Gazpacho Extremo». Una paella sin arroz sería probablemente un fideuá y y un gazpacho sin tomate a lo mejor un ajoblanco. GTD® es lo que inventó David Allen, para lo bueno y para lo malo. Es también, por cierto, lo que compran los clientes, ya que es lo que funciona. El resto son variaciones, adaptaciones, interpretaciones y, a menudo, suposiciones sobre GTD®. A ver, que está fenomenal y cada persona es libre de hacer lo que quiera, pero eso no es GTD® sino algo más o menos parecido a GTD®. Tu eres Scrum Master y si alguien te habla de Scrum Extremo te echarías probablemente a reír. O es Scrum o es otra cosa, así de sencillo. A ver si en próximas ocasiones coincidimos y podemos mantener un productivo debate. Un abrazo y feliz verano.